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¡Mamá, allá veo aves gigantes de colores!

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El viento es la bienvenida siempre, pero en agosto, al viento se le suma el espectáculo multicolor del cielo. Hay un lugar que es dueño de todo ese encanto: Villa de Leyva, una ciudad en Colombia propietaria del Festival de Cometas, evento que se celebra hace más de 40 años, y al que fuimos en familia. 

Villa de Leyva

Una diferencia fundamental es la temperatura, entre 17 y 18º todo el año. La ciudad está ubicada entre las montañas, por eso es necesario ir provist...Leer más

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De Bogotá salimos a las 6 de la mañana con Carlos, nuestro guía para el fin de semana. Nos toma unas tres horas, quizás un poco más, llegar a este pueblo en el departamento de Boyacá. Podéis llamarlo pueblo o pueblito como le decía la esposa de Carlos, lo cual no me extraña, los colombianos suelen poner diminutivos a las palabras para hacerlas más suaves y sonoras. Tan pronto como llegamos, ansiosos por un café, entramos a Sybarita Caffe. Os puedo decir que de las mejores tazas de café que he tomado en mi vida fue la de este lugar; su propietaria nos cuenta que cada bache tostado tiene garantizado balance, aroma y sabor, y a mí no me cabe la menor duda. Todo iba genial hasta aquí, lo que no sabíamos era que estábamos a escasos kilómetros de encontrarnos con el que sería nuestro lugar de descanso, la Hospedería Duruelo, un hotel cuyo nombre, historia y arquitectura son tan o más españolas que nuestra propia tortilla. Como no queremos perdernos ni un solo segundo del festival tomamos rumbo hacia la plaza central de Villa de Leyva. Lo primero que escuchamos son las voces de chavales que con gran destreza vuelan sus cometas en la primera de las actividades del día. Mi hija, maravillada con las cometas, y yo, con este lugar empedrado que me transporta por unos instantes a historias de antaño, nos hacen sentir abrazados y a la vez extrañados; estamos en Colombia, pero a nuestro alrededor personas de distintas partes del mundo, incluidos unos cuantos españoles, nos hacen sentir cerca de casa, aunque en ese momento no la extrañamos.

El afamado show de cometas tiene varias categorías y estilos, y en el transcurso de dos días (normalmente el segundo fin de semana de agosto) se llevan a cabo distintos eventos programados, con cometas que van desde lo más artesanal hasta lo más elaborado, y exhibiciones únicas para todas las edades y niveles de experticia por si queréis participar. Yo, que jamás había volado una cometa, por un momento me siento impedido, pero tomo la valentía de Amir, aquel niño afgano del libro Cometas en el Cielo, agarro la que Carlos lleva prestada de su hijo, y al agua me tiro como si fuera el más experto en cometas. Os juro que jamás me sentí tan observado sin en realidad estarlo. En esa plaza monumental de 14.000 metros cuadrados, y ante semejante espectáculo, todas las miradas van hacia el cielo. 

Describir la experiencia me cuesta, pero mi hija sí que lo sabe hacer cuando yo desisto de volar mi cometa; mientras seguimos observando la danza de formas geométricas, tridimensionales, con mucho color, diseños y materiales distintos, con un grito dice - ¡Mamá, allá veo aves gigantes de colores! No puede ser más perfecta su descripción, el cielo de Villa de Leyva, a esa hora, ya no esta solo lleno de estrellas, lo invaden aves con luces de colores en un ejemplar show que cierra la noche. Aunque hace frío y aquí os recomiendo que os llevéis una buena “ruana”, un tipo de poncho que se puede comprar ahí, no hay nada que una buena taza de chocolate caliente no pueda mejorar aún más. 

Esa noche del sábado las aves gigantes de colores se fueron a descansar, y nosotros, regresamos a Sevilla, el nombre de nuestra habitación en esa pequeña España rodeada de montañas y jardines colombianos.  

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