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Curiosidades cuando viajes a Colombia en Agosto

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Llevo viajando por el mundo desde siempre. ¿Y ahora, estoy nervioso? ¿Por un viaje a Colombia? Será porque es mi primer viaje al otro lado del atlántico después de casi tres agónicos años de pandemia. Vuelvo a Colombia, el país del que me enamoré hace una década. Será también porque llevo a mi familia y quiero que salga todo perfecto, acaso tienen ese dicho en España que dice “en casa de herrero, cuchillo de palo”.

El episodio de la vacuna

Desde hace 20 años me dedico a organizar los viajes de los demás, innumerables las veces que he contestado a la pregunta si hace falta alguna vacuna especial para viajar a Colombia. No hace falta ninguna vacuna especial más allá de las habituales recomendadas si viajas a países lejanos me oigo decir a mí mismo una y otra vez. Ahora faltan 10 días para poner rumbo a Bogotá y me acabo de enterar de que una de estas “vacunas habituales”, la de la Hepatitis-A, en el calendario de vacunación infantil, al menos en España, no es nada habitual. Por ende, mis hijas no la tienen puesta y se necesitan 15 días para conseguir la inmunización. Me paso una mañana llamando a todo Salamanca, actual parada de su gira vacacional, y al día siguiente me planto con la tropa en el mismito Edificio de Sanidad de Castilla y León. El agente de seguridad, majísimo y agradecido por lo que debe ser su único estimulo en todo el día, nos guía por un laberinto de pasillos desérticos y finalmente nos presenta la encargada del turno que nos explica que todos los médicos están de vacaciones. Hasta aquí llega el alemán que soy y se rinde ante la negativa de un máximo órgano competente de una comunidad autónoma. Es el momento de intervención de mi mujer para la que, siendo española, la misma incidencia no es sino un impulso para calentar motores y resolver. Algunas horas más tarde lo ha conseguido: nos traen la vacuna de Fuenlabrada (Madrid) a una farmacia en Salamanca para la mañana del día siguiente. Armados con el tesoro, nos vamos al día siguiente a una clínica privada para ponerlo. Sin embargo, la fobia de nuestra hija mayor ante los médicos alcanza un nivel sin precedente haciendo totalmente imposible llevar a cabo nuestra misión. A su hermana pequeña nada de eso le puede impresionar. Tolera el pinchazo de la enfermera sin fruncir el ceño. Estará pensando ya en esta pequeña revancha por tantos piques que su hermana ha tenido con ella; ¡los helados en Colombia serán todos para ella!

El episodio de la maleta

Haciendo la maleta para un viaje por diferentes partes de Colombia es diferente a hacer la maleta para un viaje a Canarias. Tienes que llevar ropa tanto para el calor (Caribe) como para el frio y la lluvia (Bogotá, Medellín, Eje Cafetero). Son útiles las chanclas y las botas de montaña, o al menos un calzado cerrado impermeable. Protección solar, repelente y … el código de tu maleta. En mi caso ya no me acordaba del código de esta cerradura con tres ruedecitas con números en la que se pueden introducir los ganchos de la cremallera de la maleta. Recordando las palabras de la empleada de Samsonite, de tener que volver a la tienda en caso de cerrar el candado sin saber el código, advierto a mi mujer para que tuviera cuidado de no usarlo. ¿Cómo entonces es posible que en vísperas a la salida a Colombia, un domingo por la noche, me pongo a jugar yo con estas mismas ruedecitas hasta que los ganchos se queden atrapados en ellas? No doy con la numeración, por mucho que intento activar la memoria. Tampoco encuentro la llave que sirviera como segundo recurso. Al final me salva un truco que consiste en identificar un pequeño relieve justo por debajo de cada una de las ruedecitas. Hay que ponerlos todos en la misma posición y luego girar un máximo de 9 veces todas las ruedecitas a la vez y voilá, se abre la maleta como si fuera de una mano mágica.

El episodio del aeropuerto

Con Cabify ya no voy, lo confieso aquí, después de que una vez más me dejaron colgado con la reserva hecha a la salida de un concierto de las Noches de Botánico a la una de la mañana. Los de radio taxi, en cambio, suelen ser hiper puntuales y así es. Llego al terminal 4 de Barajas con 3 horas de antelación (los que me conocen no me van a creer porque suelo llegar con 56 minutos justos), porque mucho se ha oído de las situaciones de caos durante el verano en los aeropuertos europeos. Una vez más, España parece que hace las cosas bastante bien últimamente, porque de caos ni rastro. La cosa cambia cuando hablamos de Iberia, claro. Me ofrecen un asiento en la salida de emergencia con más espacio entre las filas por 30 euro. Mido 2 metros y suelo tener las orejas entre las rodillas con la configuración de los asientos normales de hoy en día, así que me parece un dinero bien invertido. Luego retiro un poco de dinero en efectivo, algo más voy a sacar en el cajero en el aeropuerto de Bogotá (ver consejos sobre el cambio de dinero), aunque mi banco haya subido la comisión de 2% a 3% desde mi último viaje (tampoco hace falta mucho cash porque en la mayoría de los sitios se puede pagar con tarjeta de crédito). Veo las colas larguísimas ante el control de seguridad y me decido por probar a ver si sigue funcionando el viejo truquillo del puente aéreo. Consiste en tomar un camino que queda por la izquierda del bullicio y que indica “Puente Aereo”. Ahora en pleno agosto, hay muy poca gente que viaja por la ruta Madrid – Barcelona que es más bien una ruta de gente de negocio. Entonces, puedes pasar por los controles, si vas por ese camino, en 5 minutos en vez de en 50 y acabas exactamente en el mismo sitio; ¡en el reino del duty free! Igual pensáis que no es muy ético frente a los demás y tenéis razón. Pero por si alguna vez llegáis con mucho retraso al aeropuerto (con 56 minutos), pues puede que sea justificado. ¡Y yo tenía que investigar este tipo de cosas por el bien de mis apreciados lectores, claro :-)! En alemán tenemos una expresión que dice “pequeños pecados serán castigados por Díos inmediatamente” que quiere decir algo como que Dios lo ve todo. Y así fue: llego a bordo del avión y me encuentro con que mi asiento está en una fila estrujada normal y con una azafata que me invita a interponer una reclamación. Pero no es la final de la historia, porque ya sabéis el desenlace siempre tiene que ser feliz y más cuando vuelves a viajar a Colombia. Llega la supervisora del vuelo y me cambia “excepcionalmente” a la clase Turista Premium que es una nueva clase entre la Business y la Turista que se han inventado ahora. Y aquí estoy escribiendo estas líneas tomando una copa de cava. ¡A por un gran viaje a Colombia!